DEBER
"En cuanto apoyo mi
trasero en el cómodo asiento, mis pies lo agradecen, muero por sacarme estos
zapatos apretados.
Luego de unos
segundos, comienzo a mirar a mí alrededor, hombres y mujeres hermosos, en
completo silencio, mirando al suelo con ojos muertos. El ambiente era triste,
lúgubre.
Como para que no…
En esta
habitación, nadie era libre.
Había comenzado
una canción muy hermosa, parecía música para meditar, algo que en el mundo exterior
hubiera encontrado reconfortante, pero aquí, era aterrador, con esta gente sin
vida en su cuerpo, la energía del cuarto era baja e incómoda.
La habitación
connotaba pureza, las paredes eran blancas y sin una sola decoración, el suelo
de mármol blanco puro y los sillones eran del mismo color. Lo único que
resaltaban eran las personas, ¿sería apropósito?
La mayoría de
ellos vestían de negro o de rojo, excepto por una joven asiática, que llevaba
un vestido muy pomposo, color rosa, con varios volados y un gran moño sobre su
pecho, me recordaba a Sakura Card Captors, un anime que miraba cuando era
pequeña, claramente su amo tenía el fetiche otaku.
– Ojos en posición
esclava. –escucho.
Busco en la habitación
al hombre que lo había dicho, me había olvidado por completo de su presencia,
estaba detenido hacia mi derecha, su postura era recta, como si hubiera
estudiado en la academia, en cuanto lo miro, encuentro algo que estaba
buscando.
Ojos verdes.
– Dije, ¡ojos en
posición! –vuelve a gritar, mi mirada
baja hacia mis rodillas como lo hacían todos.
¿Podría ser?
Rogaba que Bruno
no volviera tan rápido, necesitaba mirar a este hombre una vez más. Disimuladamente
vuelvo a hacerlo, esta vez no me ve, sus ojos vigilan a otros esclavos frente a
mí.
Era un halcón.
Una esfinge.
Su cabello era
castaño claro, estirado hacia atrás, se notaba que tenía hebras más largas y
otras más cortas, porque un mechón rebelde caía sobre su ojo derecho y él lo volvía
acomodar detrás de su oreja, era…wow, era hermoso. Sus ojos estaban delineados
tal como Wasim, su quijada era totalmente simétrica y su cuerpo era un defensa de
músculos. Su vestimenta era impecable, tenía un traje entallado como casi todos
los hombres en el recinto, no parecía de un rango inferior. Sus ojos vuelven a mí
y rápidamente observo mis rodillas como si fueran lo más emocionante del mundo.
Oh no…viene hacia mí. Lentamente, sus
zapatos hacían ruido sobre el suelo de mármol, pero sonaban como tacos de
mujer, se detiene justo frente a mí.
Mis palpitaciones
se dispararon.
No practique para
esto.
Se coloca de
cuclillas paulatinamente, algunos huesos le sonaron en el camino, mi corazón
empieza a estremecerse, como si un colibrí estuviera atorado en mi pecho.
– ¿Algún problema,
esclava?
No respondo, como
figura de autoridad momentánea, solo él puede darme permiso para hablar.
– Tienes permiso
para contestarme.
Mis ojos corren a
los de él, ese verde agua, que reconozco tan bien, no son cálidos como cuando
Bruno me mira, son fríos como un tempano.
– Contéstame esclava!
¿Tiene algún problema?
¿Qué hago? ¿Cómo
compruebo si es el o no? ¡Va a matarme!
– No señor.
– Entonces deje de
mirarme, a menos que quiera que lo reporte a su amo, ¿está claro?
¿Está claro?
¿Está claro?
Ahí estaba, la
frase por excelencia de Bruno, el tono paterno autoritario era el mismo, tenía
que arriesgarme.
Entonces susurro,
con temblor en mi voz.
– ¿Dante?"
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