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Bruno en RESILIENCIA


El escuadrón esperaba silencioso por mi comando, la misión termina esta noche, hoy mueren todos y cada uno de esos hijos de puta, hoy Casandra sale en libertad, hoy Dante será recordado.
Mi puño cerrado está en lo alto, declarando sin palabras, que es necesario no moverse, no hablar, no respirar, es imperioso encontrar el momento exacto para entrar.
Estudie sus movimientos por tres años y sé que este hijo de puta va a salir a fumar un cigarrillo en cinco segundos.
Tres.
Dos.
Uno.
El cerrojo se destraba y la puerta se abre. Abdel sale al exterior, inmediatamente toma un cigarrillo y lo enciende, camina algunos pasos mientras fuma, relajado y en paz. Entonces, rápidamente me escabullo detrás de él, cubro su boca con mis manos enguantadas y deslizo mi cuchillo por su garganta como si estuviera cortando manteca, pateo detrás de su rodilla y cuando cae al suelo, lo volteo para ver su rostro.
– Espero que te pudras en el infierno, hijo de puta. –sé que me escucho, sus ojos confundidos reconocen mi voz, pero no ve mi rostro. En un acto de arrogancia, bajo mi pañoleta preferida y le muestro mi brillante y sádica sonrisa, allí lo supo. Su rostro luce enojado ahora, intenta gritar, pero no puede, me asegure de cortar sus cuerdas vocales, así que lo único que sale de su cuello es una mezcla de sangre y humo. Estoy de pie a su lado, viéndolo morir, quiero que me vea, espere por este momento por demasiado tiempo y necesitaba esta satisfacción.
 Se apagó frente a mí.
Está hecho.
Satisfecho, salto por encima de su cuerpo, acomodando mi pañoleta otra vez, vuelvo a levantar mi puño y abro mi mano. Casi en el mismo instante puedo escuchar las balas volar y las bombas explotar.

Operación pájaro enjaulado en movimiento, ahora voy en busca de la persona por la que vine. 







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