Capítulo 1
El día que me
trajeron a ese lugar no puede distinguir mucho, no entendía que pasaba, pero
algo vi. Recuerdo un largo pasillo, con incontables puertas de hierro, cada una
estaba pintada de forma desprolija y el amarillo fue el color que eligieron
para colocar las letras del abecedario. ¿El olor en este lugar?, es una mezcla
de ropa sucia, suelos mugrientos, sudor y muerte, todos hicieron que me arda la
garganta hasta que me lloraron los ojos.
Finalmente,
llegamos a mi celda, es la M.
Dos hombres con
pasamontañas en su cabeza, me arrastraron hasta aquí, me lanzaron dentro y
cerraron la puerta de hierro detrás ellos.
Nunca supe
porque estoy en esta celda, nunca hubo respuestas, solo sé que estas paredes ya
se sienten familiares y reconfortantes, a pesar de la suciedad y el frio, al
menos entre estos muros sé, que nada va a pasarme, ¿pero en el exterior? Eso es
otra historia…
No se hace
cuantos años que estoy cautiva en este lugar, eventualmente deje de contar. Mi
memoria cada día falla un poco más, cuando intento recordar cómo era mi vida
antes de esto, quienes eran mis seres queridos o cual era mi color favorito,
obtengo el mismo resultado: aquel día, reviviéndolo, una y otra vez.
El día donde
todo cambio…
Después de haber terminado con otra
estúpida tarea de recepcionista, salgo de la oficina, para buscar algo que
comer. Mientras caminaba por mi hermosa ciudad, todas las franquicias de comida
chatarra, pasan por delante de mí como si no existieran, nunca voy a comer algo
tan desagradable y lleno de carbohidratos solo para callar a mi estómago,
tendría que caminar un día completo para bajar las calorías que tiene un cuarto
de libra. Así que voy a mi lugar favorito de comidas orgánicas “Market Farm”.
Tengo que ir pensando de ante mano, que voy a pedir, para que la cajera, (quien
sospecho que es descendiente directa de los perezosos), no me retenga allí,
haciéndome preguntas infinitas y perdiendo mi valioso tiempo.
Una cuadra
antes de llegar, las calles ya empiezan a atestarse de gente que sale a
almorzar o a hacer recados a último momento y eso significa que todas las
miradas están en mí, si, lo sé, mi cuerpo es de ensueño, aprobado por Instagram
y todo lo que trae con ello, por eso lo trabajo todos los días duramente. El
vestido ajustado que llevo, me abraza como sé que a los hombres les gusta,
resaltan mis curvas y mi escote apretado hace que mis tetas parezcan el doble
de grandes, mi caminar agitado, hacen que reboten, sé que ellos no pueden
resistirse a ESTO.
Me gusta la atención, no es un pecado ¿o sí?
Estoy por agarrar el picaporte de puerta de la tienda,
pero una fuerza invisible con un sonido insoportable, me arrastra de vuelta
hacia la calle, golpeándome contra algo realmente duro y metálico. Intente
abrir los ojos, pero hay tanto humo que se cerraban solos como si no tuviera
control de ellos, no podía moverme, mi cabeza dolía como el infierno y giraba
como una montaña rusa, solo escucho ruidos que van y vienen, golpes de puertas
de camionetas cerrándose, gritos de hombres y mujeres, niños llorando, aun no
puedo moverme, pero siento que alguien mueve mi cuerpo por mí, pero cuando
quiero ver quien es, caigo en un sueño profundo.
Lo siguiente que presencie con conciencia, fue que
esos hombres me arrastraban, como si fuera peso muerto, y a este punto, estoy
segura que lo soy.
Los primeros
días solo dormía. Los platos de comida se acumulaban a mi alrededor, casi que
bloqueaban el pequeño agujero por donde los metían, las horas pasaban y
pasaban, pero yo no podía mover mi cuerpo.
Hasta que él apareció, ahí todo cambio. Solo
tengo contacto con él, o más específicamente, él tiene contacto conmigo, lo
único que realmente sucede, lo único que parece real en esta pesadilla, es el.
Mi único deber,
básicamente, es esperar a que venga por mí y haga su trabajo.
Por ahora me limito a correr al catre que uso de cama y esperar su llegada,
tratando de calmarme para evitar que mi corazón explote.
La puerta se
abre y él entra, con la misma elegancia de todos los días. Su traje a medida,
sus zapatos negros que brillan como el sol, sus guantes de cuero y sus ojos
verde agua. Su cabello siempre está cortado al ras, su quijada es filosa y muy
masculina.
Hoy, su corbata
es rojo borgoña.
Extrae de su
bolsillo una hamburguesa envuelta en un papel metálico, extiende su brazo y me
la entrega, sin mirarme. Nunca me lo dijo, ni tampoco me atrevería a
preguntárselo, pero creo que está contrabandeando alimentos. En este lugar,
solo tengo una comida al día, imagino que es el desayuno, porque siempre estoy
durmiendo cuando escucho el plato deslizarse sobre el suelo rasposo.
Hay una pequeña
abertura en la parte inferior de la puerta que ellos lo usan para alimentarme.
Nunca supe que es el contenido del plato, pero hasta donde pude ver, es
amarillo (¿que tiene esta gente con el amarillo?) viscoso y con gusto a maíz,
también me dan un vaso de agua, pero él siempre trae algo más, generalmente es
algo lo suficientemente chico como para que quepa en su bolsillo.
– ¿Cómo estas
hoy? –pregunta mientras arrastra la silla, su silla, solo él la puede utilizar,
tuve que aprender eso de la manera más difícil.
– Bien…
–contesto abriendo mi hamburguesa, con mucha lentitud, porque no quiero que el
papel haga ruido de más, no quiero alterarlo, señalando la hamburguesa agrego…
– Gracias.
– De nada
–responde y asiente con su cabeza una sola vez, desabrochando su traje a la
altura del ombligo. Se sienta, adoptando su postura habitual. Apoya su tobillo
derecho sobre la rodilla izquierda, sus manos están sobre su regazo, frunce sus
cejas y me mira fijamente, mientras devoro el alimento que él me proporciona,
sin decirme ni una palabra. A veces espera a que termine de comer y se va, a
veces se queda un rato más, a veces me lleva de los pelos a la sala de tortura
y vomito todo lo que me dio.
Pero esta vez, el silencio se extendió más de lo de costumbre, no me atrevo a
mirarlo a los ojos, pero sin embargo, puedo ver que algo en el fondo de su
mente lo inquieta, su pierna izquierda se sacude con descontrol. Siento sus
ojos indecisos sobre mí.
– Nunca
cuestionaste por qué estás en este lugar, ¿acaso no quieres saberlo? –pregunta
en un tono curioso, es la primera vez que me habla sobre este tema, es la
primera vez que quiere conversar.
¿Qué carajo está pasando!?
– Nunca demostró
tener alguna intención en decírmelo, señor, ni siquiera cuando le roge que me
lo dijera –respondo y automáticamente me autocastigo por contestarle de esa
manera, fue imprudente de mi parte. Me achico en mi lugar, esperando una de sus
reacciones habituales, pero no pasa nada.
– Te lo hubiera
dicho, si hubieras usado las palabras correctas –levanta su ceja derecha y creo
que hasta hay un intento de sonrisa en sus comisuras.
– ¿Porque estoy
en este lugar, señor? –relajando mi postura, enderezo mi espalda, imitando la misma
posición que tiene mi centinela, él no se pierde un solo movimiento, vigila
desde mi busto, pasa por mis brazos y luego descansa sus ojos en los míos.
Tiene un
insólito color de ojos, verde agua, del tipo que no ves todos los días, ni
siquiera en las películas.
– Fuiste
secuestrada por un grupo terrorista –suelta y no vuelve a hablar, esperando ver
mi reacción. Intento mantenerme lo más indiferente posible.
– ¿Porque?
– Fue una
elección al azar. Como dicen por ahí, estuviste “en el tiempo y lugar equivocado”.
–no creo lo que está diciendo, no porque no crea posible que me pase a mí, sino
porque tiene una expresión extraña en el rostro, hay algo que no está
explicando, algo falta, algo escondido entre líneas que no logro descifrar.
– ¿La explosión
fue un ataque terrorista? –estoy claramente confundida, nunca en todo este
tiempo, se me ocurrió que podría ser eso y ahora me siento tonta, porque era claro
que era un acto de ese tipo. El solo asiente, moviendo su cabeza lentamente –
¿Y que intentan lograr conmigo? –aparte de torturarme por placer– ¿Cuál es el
fin de todo esto? –estoy elevando el tono de voz, estoy luchando con mucha
fuerza por contener mis emociones, no quiero que sepa que él es el creador de
ellas, no quiero que sienta poder en este momento.
Me extraña que,
a pesar de haberme extralimitado con mi comentario y mi tono, siga con la misma
tranquilidad de siempre.
– Mostrarle al
mundo lo que son capaces de hacer –contesta expulsando el aire que contenía en
sus pulmones – Cada vez que fuiste torturada, la trasmisión era en vivo, para
compartirle al mundo, tu sufrimiento. –su labio se tuerce un poco hacia arriba,
mostrando desprecio, como si no lo aprobara, ¿Pero por qué?
Los pocos
rincones de mi piel, que no tiene marcas de latigazos, reaccionan con la
adrenalina que corrió por todo mi cuerpo. ¿Por qué se muestra agobiado?
Fantaseo que es porque no está de acuerdo, pero solo unos minutos nada más,
porque luego, concluyo que estoy bajo las manos de un loco fundamentalista,
fanático de alguna religión tergiversada traída al siglo XXI, que le tiene que
demostrar al mundo que ellos son los que la tienen una grande y sagrada polla.
Un clásico.
Y de la nada,
recuerdo a mis padres y me pregunto si alguna vez, vieron un video mío siendo
torturada. Que pensamiento más horrible, no me imagino el dolor que habrán
atravesado, si es que siguen vivos, ¿cuánto tiempo paso?
– ¿Hace cuánto
que estoy encerrada? –pregunto calmada.
¿Qué reacción debería que tener? Ya perdí la
capacidad de demostrar reacciones naturales, aprendí que era mejor si no
gritaba, si no demostraba temor, pero de tanto fingir, ahora me cuesta
expresarme como debería, sin contar que la mitad de mi cuerpo no funciona como
debería. Es tan grande la vacuidad, a veces se siente literalmente en mi pecho
y en mi mente, algo que nunca había vivido. Era como un espacio que vibraba, no
era ni frio ni tibio, no había ruidos ni silencio, no había tristeza ni
felicidad, simplemente era.
– Tres años.
El corazón se
detiene (al menos eso me pareció), otra ola de adrenalina vuelve a subir.
¿Tres años?, ¿cuantos años tengo entonces?
Veintiocho.
Supongo que,
cuando no ves la luz del sol, el tiempo pasa a ser un concepto abstracto.
¡Demonios! había
hecho paz con no saber cuánto tiempo había pasado, ahora lo que lo sé, me hace
sentir para la mierda.
Algo, sin
embargo, no estaba bien…
– ¿Y qué cambio?
–pregunto.
Con un gesto que
no puedo interpretar, me repregunta – ¿Qué quieres decir?
– ¿Porque me
está hablando ahora?, después de todo lo que…– quiero decir “pasamos juntos”,
pero lo evito, eso suena positivo y bonito, y no lo fue– ¿Qué cambio en usted,
que ahora tiene la necesidad de contarme todo esto? –hay un tic casi
imperceptible en su ojo, que lo hace palpitar cada un segundo, su mano se
arrastra por su cráneo, se mantiene en silencio, creo que no se vio venir mi
pregunta, creo que pensó que iba a reaccionar abruptamente y que intentaría
golpearlo y escapar, ¿ Sería una nueva técnica? Quizás pensó que podría
castigarme luego de mi reacción, pero aquí estamos, sentados uno frente a otro,
charlando calmadamente como si fuéramos compañeríos de Starbucks, todavía lo
veo analizar su respuesta, sus ojos revolotean a mí alrededor.
Está nervioso.
Por primera vez,
me siento en control.
– Creo que las cosas están por cambiar y tenía
la…necesidad… de explicarte porque estás viviendo esto, ellos te necesitan para
negar…ciertas acusaciones sobre ser débiles…y…
– ¿Ellos?
–interrumpo, ¿él no es parte de esta
organización? – ¿Por qué habla en tercera persona? ¿Usted no es parte?
Y ahí es cuando
entendió que habló de más. Me dejo entrar, finalmente perdió la batalla de la
voluntad, y sus emociones lo llevaron puesto. Su expresión lo dice todo, ¿cómo
no lo vi antes? conozco a este hombre hace mucho tiempo, de hecho, fue el único
rostro con el que me relacione desde que estoy en este lugar, fueron las únicas
manos que me tocaron, que me torturaron, los únicos ojos que me miraron, la
única voz que escuché y nunca vi esa expresión en su rostro.
Nunca.
– Pronto vas a
entender muchas cosas, Casandra. –dice en un susurro, se levanta bruscamente,
empujando la silla contra el suelo, abre la puerta y desaparece, cerrándola de
un golpe. El fuerte sonido metálico, hace eco en mi pequeña celda, un segundo
después, escucho el candando.
Se fue.
Casandra, ese es
mi nombre, no lo había olvidado, solo que, había dejado de pronunciarlo dentro
de mi cabeza hace mucho tiempo, él nunca me llamo por mi nombre, esta es la
primera vez.
¿Por qué?
Es inevitable
tener esta sensación de que algo grave va a ocurrir, los nervios me contraen la
garganta, ¿van a matarme? Si ese es el caso, por un lado, me siento aliviada,
necesito que todo esto termine, lo único que espero es que no me torturen hasta
que muera, quiero que sea rápido, quiero que sea un regalo.
Después de
tantos años de tortura y sufrimiento, es en todo lo que puedo pensar, nunca
creí decirlo, pero si mi vida va a continuar en esta celda, entonces prefiero
morir, las cosas que pasé y sentí en este lugar no se las deseo ni a mi peor
enemigo. Las cosas que él me hizo
experimentar, el dolor, la tristeza y el sufrimiento, al menos nunca me violo,
me amenazó con hacerlo, pero nunca lo hizo, su especialidad por otro lado, es
con el látigo, los cuchillos y la silla…Oh dios, la silla es lo peor, porque
allí es donde lo veo a los ojos.
Pero nada de
todo eso importa ya, porque lo único que rodea en mi cabeza es la pregunta:
¿Que sigue
ahora?
Si quieres continuar la historia puedes ir directamente aqui!
Copyright © 2017 Marcia DM