Capítulo 1
Mi madre siempre relata dos hechos cruciales en su vida, el primero
fue el momento exacto en que supo que el mundo iba a cambiar. Ella describe el
momento como “sínico” y “oscuro”.
Estaba sentada en una silla de segunda mano, en la pequeña cocina que poseían
con mi padre en Nueva Jersey, el televisor estaba encendido con las noticias y
el periodista ( un hombre muy apuesto según mi madre, pero nunca recuerda su
nombre) dijo la frase “todo está por cambiar”, en ese preciso momento, ella
coloco su mano derecha sobre su estómago, de apenas tres meses y presiono
levemente para que yo, él bebe que estaba allí dentro, sepa que ella iba a
hacer todo lo posible para protegerme de lo que sea que iba a atentar contra la
raza humana, inclusive si era el humano mismo.
El segundo fue el día que nací, las lluvias eran tan intensas que
ninguna ambulancia pudo llegar al hogar de mi madre sin perderse en las
inundaciones, ella y mi padre tuvieron que llevar a cabo el parto sin ningún tipo
de ayuda o anestesia. Luego de trece horas de tortura, llegue al mundo,
cubierta de sangre y extraños fluidos, gritando tan fuerte que mi madre pensó
que mis pequeños pulmones no darían abasto, ella dice que supo que iba a ser
una guerrera digna del mundo que avecinaba.
A pesar que mi mama es experta en detalles, nunca me da los que quiero
escuchar cuando se trata de mi padre, solo sé que no sobrevivió a la plaga y
murió cuando yo tenía apenas un año, a partir de ahí, mi madre comenzó a
migrar, los pies de ella nos llevaron a millones de ciudades y esas ciudades se
convirtieron en estados.
Actualmente no sabemos en el lugar preciso en que nos encontramos, las
civilizaciones prácticamente desaparecieron, los climas se unificaron y el
territorio se adaptó, pero creemos que estamos en la zona central del país.
Hoy tengo treinta años y vivimos en una pequeña comuna, a la que
llamamos hogar, estas instalaciones solían ser un bunker militar. En el último
conteo, calculamos que convivimos unas trecientas personas en un espacio para
no más de cien, pero nos conocemos todos, tenemos una gran organización que nos
permite convivir dentro de algo que podríamos llamarlo sociedad.
El líder de la organización es Luca, el viene de una familia de
militares, es un hombre totalmente preparado para el papel que le toca ejecutar,
es un líder nato, frio por momentos, pero es inteligente, valiente y leal
también. Trabajo para Luca como “Recolectora” hace varios años ya, pero solo
fueron unos meses atrás cuando finalmente me propuso salir con él.
Ya sé lo que piensas, crees que, porque el líder es mi novio, tengo
más beneficios que el resto, pues te equivocas, es doblemente duro, estricto y
protector. Supongo que el lado positivo a todo esto es tener unos brazos que
den soporte a este ambiente lúgubre y depresivo, a veces sentir un abrazo o una
caricia es todo lo que necesito para irme a dormir tranquila y despertar lista
para la batalla.
Mi trabajo es uno de los más peligrosos que tenemos, pero me gusta.
El “Recolector” se expone todos
los días a los peligros que nos esperan allí arriba, en el “Oblivion”, así es
como llamamos al exterior, hay elementos que nos odian, animales tan
desesperados como nosotros, un sol listo para calcinar nuestra piel y lo peor
de todo, seres humanos decididos a hacer todo lo necesario para extender su
vida unos días más. Los carroñeros son el elemento más difícil para mí, ¿por
qué? Bueno, digamos que el ser humano sin reglas ni leyes es prácticamente un
animal más y eso es algo duro de ver, créeme, las cosas que vi nunca se van a
borrar de mis retinas.
La misión del “Recolector” es volver con provisiones que nos ayuden a
sobrevivir, pero había carroñeros allí fuera, esperando por nosotros listos
para tomar lo que tenemos.
Mi lema es “Si no tienes todos tus sentidos, entonces no tienes nada”
porque el carroñero no espera, no tiene alma, ni corazón, el carroñero toma
todo lo que este a su alcance y lo destruye. Por supuesto ellos también estaban
organizados, su líder era el famoso “Silver wolf”, un hombre/mito, famoso por
ser despiadado con sus subordinados, se alimenta a base de poder y degradación,
es silencioso, pero a la vez ensordecedor, él fue el protagonista de varias
pesadillas que tuve en los últimos años. Nunca lo conocí, pero Luca me ha contado
historias terribles sobre él.
Mi única amiga, Niki, desapareció en una de las búsquedas, unos
carroñeros nos increparon de tal manera, que el grupo se dispersó por el
terreno, perdiendo a varios recolectores, Luca y su equipo de búsqueda, la
encontraron en las condiciones más terribles, nunca la vi con mis propios ojos,
Luca dijo que era mejor recordarla como mi mente solía hacerlo y no en las
condiciones que estaba. Perderla a ella fue cómo perder a una hermana, el dolor
todavía picaba en mi pecho y jure vengarla, algún día, cuando tenga la
oportunidad, voy a destruir a ese psicópata. Odio a ese hombre y a todos los
que lo siguen. Nadie sabe dónde vive, ni cuál es su ruta, pero sé que en algún
momento nuestros destinos se cruzaran y poder hacer justicia por mano propia.
Algo que hoy en día es aceptado y practicante natural.
Mi arma de preferencia es la ballesta, su nombre real es Ghost 400
pero yo la llamo Piaf, ella es todo para mí, tiene mi completa atención
veinticuatro por siete, siempre la limpio, la lustro y vuelvo a empezar si es
necesario, ella duerme a mi lado todas las noches, es mi compañera y amiga y me
defiende todas las veces que lo necesite.
Cada recolector elige el arma con la que este más cómodo, el día que
la sostuve, supe que ella era para mí, siempre cuelga de mi hombro, esta tan
adherida a mi como un tatuaje. Piaf puede hacer lo que quiera, excepto cuando
mi madre está en la misma habitación.
“Armas debajo de la mesa Ella” siempre dice.
El papel de mi madre dentro de la organización es la cocina, ella es
la jefa de todos los chef y entusiastas que organizan el área, básicamente,
ellos procesan toda la comida que los recolectores traen a la comuna y nos
alimentan.
Estaba orgullosa de esta comuna, todos teníamos una tarea que
ejecutar, algunas más audaces que otras, pero todos nos complementábamos de manera
métricamente perfecta. Diferentes áreas se encargaban de diferentes cosas.
Luca se había encargado de que
todo funcione y que todos tengan acceso a ello. Techo, cama y comida, todo
pasaba por la aprobación de él y hacia un buen trabajo.
Aunque Niki no coincidía conmigo, ella tenía un espíritu liberal, la
enojaban ciertas cosas que a mí no, ella veía como injusticias algunas
situaciones dentro de la comuna que a mí no me alteraban.
Favoritismos, por ejemplo, yo no los veía o los pasaba de largo, será
que nos costó tanto a mi madre y a mí encontrar una comunidad fija y estable,
que esto nos parecía un edén. Niki por otro lado, siempre se había manejado de
comunidad en comunidad, había perdido a sus padres bajo circunstancias que
nunca quiso decir en voz alta.
Vuelve a la realidad Ella, Niki ya no está
aquí.
Mientras camino por uno de los tantos corredores oscuros y grises que
tenemos, recuerdo el día que llegue aquí con mi madre, parece tan lejano.
Estaba tan preocupada, las lesiones en la piel que mi madre tenía
pasaban a ser realmente duras de ver, nos habían robado las bufandas que nos
protegían, así que mi madre improvisó una para mí, pero ella estaba expuesta al
sol. Apenas podía mirarla a los ojos, las ampollas tenían ampollas y algunas zonas
de su rostro ya estaban negras. Yo no estaba tan lejos de la realidad de mi
mama, mis pies me molestaban y no me dejaban pisar con comodidad, el calzado
que tenía no era apropiado para el desierto y tenía la carne al rojo vivo.
El viento era tan caliente, todo parecía ser el fin, habíamos luchado
hasta donde el cuerpo había dado. Las grietas en el suelo, generaban figuras
geométricas que conducían a ningún lado, no había vida creciendo en ese suelo,
la única vida que nos rodeaba eran las aves de rapiña que volaban sobre
nuestras cabezas, no había sombras ni agua a la vista.
Un sonido se escuchó a lo lejos, un motor se aproximaba y eso era
señal suficiente para correr y encontrar refugio.
– Ella,
vamos, ¡corre! –mi madre me empuja, llevándome de la mano,
pero apenas puedo correr, mis pies, estaban con la carne al aire.
El sonido del motor se acercaba cada vez más y más, podía sentir la
vibración en el suelo, podía verlo en el miedo que transmitían los ojos de mi
madre. El camión acelero, rebalsándonos unos kilómetros, acorralándonos entre
unos árboles y unos médanos áridos.
– Alto!! –escuchamos una voz gritar. No había escapatoria, mi madre se
colocó frente a mí, ocultándome de la vista de esos hombres.
– Atrás! –grita– O juro por
dios que los matare! –la puerta del conductor se abre, unas botas pesadas caen
sobre la tierra seca, el hombre tenía su cuerpo enteramente cubierto por ropajes,
inclusive su rostro, levanto sus brazos en el aire y grito:
– No voy hacerles daño, quiero ayudar, mi nombre es Isaac, lidero un
refugio no muy lejos de aquí, puedo llevarlas señora, podemos ocuparnos de sus
heridas…–mi madre me mira por unos segundos, conflictuada, ella quería creer en
la gente, pero una y otra vez le habían demostrado que era imposible.
El hombre, Isaac, aprovechaba el momento en que mi madre dudaba, para acercarse
lentamente a nosotras, otro hombre bajo del vehículo y caminaba por el lado
contrario, cerrando cualquier escapatoria.
– Lo siento hija –dijo con lágrimas en los ojos, asumiendo que lo peor
estaba por pasar, ella temblaba tanto que creí que iba a desmayarse. Isaac
caminaba lento y le ofreció la mano a ella para que la tomara, espero y espero,
hasta que mi mama lentamente la extendió.
Isaac nos explicó en el camino, que había comenzado un refugio para
familias como nosotras, que no tenían donde estar, ni sabían cómo sobrevivir,
nos contó que era un militar de alto rango y que solo quería ayudar a la gente.
Ninguna de las dos hablamos o respondíamos a sus comentarios. El acompañante de
él, era un señor de su edad, de cabello gris y ojos negros, a quien llamo
Ismael, lo presentó como su “hermano” aunque no se parecían ni físicamente ni
en su forma de ser. Isaac era un hombre hablador y simpático, Ismael por otro
lado, era callado y serio.
Llegamos a un lugar, que era más de lo mismo, suelo seco, árboles
muertos, viento caliente, podía ver la duda en el rostro de mi mama, hasta que
Isaac comenzó a mover la tierra con su pies, exhibiendo una pequeña compuerta
ubicada en el suelo, Isaac la abrió y nos indicó con su mano que bajemos por
unas escaleras, las dos bajamos con cuidado y lentitud, nuestras heridas no nos
dejaban más que eso, en cuanto pisamos un suelo firme y limpio, nos dimos
cuenta que estábamos en un mundo subterráneo.
La oscuridad reinaba en el lugar, pero era bienvenida, podía sentir
como la piel agradecía los minutos de paz que le estaba dando.
– Por aquí –dijo Isaac, guiándonos por unos corredores grises recubiertos
de hierro. Mi mama y yo mirábamos todo con admiración y cuidado. Entramos a una
pequeña habitación, parecía un lugar de cuidados intensivos o al menos el
intento de uno, una señora le sonríe a Isaac con mucho amor y abraza a mi
madre.
–Bienvenidas –dijo.
Nunca vi a mi mama llorar con tanta felicidad.
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